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Orgullosos, viriles, dignos, miran a los muertos con desdén y, en ocasiones, con disimulada rabia. Ancianos pero rebosantes de alegría, abrazan la contundencia de las estadísticas, la irrevocabilidad de los precedentes. Imbatibles, todavía victoriosos –tal vez heroicos–, mantienen en alto el estandarte de su organización: la cofradía de los hombres que no se han muerto nunca.
Orgullosos, viriles, dignos, miran a los muertos con desdén y, en ocasiones, con disimulada rabia. Ancianos pero rebosantes de alegría, abrazan la contundencia de las estadísticas, la irrevocabilidad de los precedentes. Imbatibles, todavía victoriosos –tal vez heroicos–, mantienen en alto el estandarte de su organización: la cofradía de los hombres que no se han muerto nunca.
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