La Morsa

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             La Morsa naufraga en las mismas aguas en que otros surfean. Encripta su bitácora en cuentitos que mete en botellas con forma de posts y las arroja al agua. Si le preguntan, dice que la bitácora de un náufrago puede ser útil o al menos entretenida. Pero la verdad, casi nadie le pregunta nada. Mientras tanto, sueña con nunca encontrar el mapa que transforme su errar en un viaje. A veces sale del agua y se disfraza de náufrago que estrena isla. Entonces garabatea alguna que otra novela, y la firma con el seudónimo de Santiago Ambao, porque teme que a la gente ya no le interese lo que las morsas tienen para decir. Hace poco escribió una que se llama Burocracia, y cuando se cruza con algún buque, no importa cuál sea su bandera, imita el canto de las sirenas para promocionarla. Aunque su voz chillona por lo general desafina. Muchas veces los pescadores, ofendidos por esos quejidos que la Morsa ofrece como cantos, la buscan con sus arpones. Entonces la Morsa se defiende arrojando lo que encuentra a mano, que es alguna botella con un cuento adentro. Los marinos no lo admiten, pero atesoran el contenido de esas botellas y lo leen antes de irse a dormir. Es que allá, en alta mar, ellos están muy solos.
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