Charla entre un banquero poderoso y un militante antisistema

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Se miran casi de refilón, desde ese sutil límite que separa el recelo del desdén.
Se miden sin medirse.
Se intuyen; se huelen.
Se sospechan.
Afuera, una lluvia lenta desgasta paciente el asfalto.
Adentro: carraspeos, expectativas, miedos.
Dedos repiquetean sobre una mesa.
Una mosca zumba en algún oído.
Toses; murmullos.
Hasta que uno dice:
–La libertad no es gratis.
Al otro se le quiebra el labio, le tiemblan ligeramente las piernas, una gota –sólo una gota– de sudor surca su mejilla.
Traga saliva.
Mira al adversario.
Y responde:
–Estoy de acuerdo.
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1 comentario:

malditas musas dijo...

Libertad en pequeñas cuotas...

Me gustan tus juegos, morsa.
MUAK maldito