(o la fuerza de los culos)
Cualquiera pensaría
que este día es uno más, en que me levanto a las siete y me ducho rápido para
dejarle el baño a mi mujer y justo antes de despertar a los chicos me tropiezo
con el tractorcito rojo o por ahí con el casco o la patineta. Un día como los
otros: llevar los chicos a la escuela y después la oficina y buenos días, en qué
le puedo ayudar y asentir cada vez que el director dice algo, ese gesto
chiquito pero rotundo que a él le gusta tanto.
Sin embargo, hoy es
un día distinto. A partir de hoy depende de mí seguir con esta vida de
tropezarme desde temprano con el rastro de mis hijos y después esos sorbos apurados
al mate un poco frío porque no hay tiempo, nunca hay tiempo. Hoy, con el mismo
tono con el que siempre digo «sí, señor, claro, estoy en eso», puedo mandar a
mi jefe a la recalcada concha de su puta madre, por ejemplo.
O podría irme. Dejar
todo y volar, así de fácil. De mí depende darle que te darle hasta las siete
con los clientes y después hacer tiempo hasta las nueve, que empieza el
programa de los culos y los chistes. Ni siquiera tendría que irme lejos… ¿Quién
te va a encontrar en Buenos Aires, entre catorce millones de infelices y algún
que otro tipo más? Depende de mí, y sólo de mí, masticar en silencio la tapa de
cuadril, que va a estar dura porque siempre está dura, mientras finjo que no me
ocupan tanto los culos como los chistes, y de ahí a la cama, a contar culos. No:
hoy no es un día más. Hoy depende de mí dar el volantazo, buscar otro camino.
O seguir con este,
claro.
2 comentarios:
O seguir con este...
Estupenda narrativa, ágil.
Ayer disfrute enormemente de la velada microrrelatista con sabor a limón.
Gracias.
Muchas gracias por pasar por el blog, y por venir ayer (no sabía que estabas ahí, hubiera estado bueno ponerte cara). Ojalá coincidamos en otro evento.
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