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Barbudo
y de expresión grave, el alquimista llora. La crisis de los cuarenta
le pegó mal: siente que desperdició su juventud buscando el elixir
de la vida eterna. Hace como dos horas que se colgó del tirante del
techo. Intenta gritar para que alguien venga a bajarlo, pero de su
boca sale apenas un quejido ronco.
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