Talentos

.
En una oficina de la cuarta planta del Pentágono, un burócrata doctorado en filosofía de la historia recibe un memorando: debe proponer estrategias para que el imperio mantenga el dominio global. Aceptó el puesto porque representaba un salario seguro, y nunca recibe más de uno o dos encargos al año. Suele dedicarle poco esfuerzo a sus informes: él no comulga con la ideología imperialista, apenas si está ahí a cambio de un sueldo que le permita avanzar en sus proyectos. Dedica tardes completas a su ensayo sobre las formas de dominación en el siglo XXI; también a devorar lecturas pendientes.
Ahora, mientras suspira resignado, busca entre sus libros aquel artículo que un filósofo francés escribió hace ya treinta años, en el que vaticinaba el modo en que el imperio dominaría el mundo en el próximo siglo.
–Al fin y al cabo –piensa el burócrata–, yo no pondré mi talento al servicio de estos cerdos.
.

No hay comentarios: